El verano llega feroz para sancocharnos y a
pesar de eso no se
puede dejar de trabajar. No falta alguien en el trabajo que planee ir a la playa.
Ir a la playa es una de esas salidas sociales que nos compromete
a divertirnos achicharrándonos ex profeso, embadurnarnos de protección contra
los desgraciados rayos UV, pelearnos con la arena caliente a mil grados centígrados,
sin contar lo inhumano de viajar hasta ella, soportando un tráfico inhumano de
ida y también de regreso.
No le veo la gracia a sentir el bochorno en la piel
los días siguientes sin contar que luego te pelas como lagarto y vas botando
piel como si fueras una serpiente.
No le veo la gracia.
No entiendo tampoco la
gracia de amanecerse y acampar en la playa, aunque le reconozco algo más de
feeling. Eso sin contar el trauma que tienen algunas de ensenar los mondongos y
que van haciendo dieta y comiendo lechuga una semana antes del día de playa.
Amea si no adelgazas desde agosto poco resultado tendras una semana antes.