Karen vuelve

Karen cuando me ve se emociona, cual torbellino salta a mis brazos y grita:

¡Dammyyyyyy!!!!!

Algunas chicas son asi, espontaneas, cariñosas, Karen exagera, para ella no hay discreción ella es un cumulo de energía y sonrisas.

Me abraza cariñosa poco falta para que me levante, siento sus enormes senos en mi delgado pechito y la siento sincera. De verdad me quiere.

Karen es una amiga, a la que conocí en la casa de mi amigo Pepe en el peligroso y vernacular distrito del Rimac.
Karen llama la atención por donde pasa, su generoso busto jala miradas como iman al metal, sus posaderas son la envidia de muchas y muchos ya quisieran posarse en ellas.

El problema con Karen es que por alguna extraña razón yo le gusto, llamémosle mal gusto, ceguera, discapacidad, cualquier cosa que se le ocurra amigo lector.

Como decirle a tan linda chica que, ¿o sea, como te explico?, plancha quemada amiga. Por las huevas es.

Quedamos para ver red social y mientras esperábamos no faltaba alguien que nos ofreciera caramelos, cigarrillos, galletitas, etc.
Siempre que ven a una pareja sentados conversando, asumen que son enamorados y quieren chantarte que le compres algo. Y son insistentes, y si compras a uno, parecen pasarse la voz y al poco viene otro a ofrecerte otra cosa (ya pe’ para su señorita enamorada) maldita sea.

Al ir a comprar las entradas el tipo muy sonriente nos atendió, el que nos vendió la canchita y gaseosa dejó el gesto adusto que tenía con la pareja antes que nosotros, para pasar a sonreir coquetísimo y descarado viendo el escote de mi tremenda amiga.

No es la primera vez que me ocurre cuando salgo con ella. Cuando la embarco en el taxi y se va, los taxistas que están esperando turno me sonríen y asientan su cabeza sonriendo, como aprobando el lomo que (NO) me estoy levantando.

Estoy resignado a que pase lo mismo cada vez que salimos.