A veces con lo que me gusta escribir mis cosas, me
dan unas irrefrenables ganas de contar cuando fue la primera vez que te conocí
y te tuve en mis manos, no parabas de llorar, y no sé si será instinto o algo
parecido pero que bien se me dio cambiarte los pañales...
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Tenías apenas un día de nacido, yo no estuve ahí
cuando paso, pero recuerdo la llamada de tu padre en la noche, cuando en medio
de mi clase tuve que salir a contestar y un emocionado Dooms me gritaba que
habías nacido.
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Lloré.
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Lloré una vez más cuando te cargué. Y después solito
cuando me di cuenta que serias lo más cercano a un hijo que pueda tener.
Tus manos chiquitas en las mías, tus uñas chiquitas
casi transparentes y tu sonrisita chimuela cuando cantaban Abba.
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Fuiste creciendo poco a poco, casi sin darme cuenta,
y entre tus confusiones también me llamaste papá. Ahora lo tienes más claro. Y
sigues corriendo a mis brazos cuando llego a casa a visitarte. Recuerdo los
comentarios malévolos de alguien que estimaba (de esos patas anónimos que pululan por ahí) sobre que ninguna relación
podría perdurar contigo.
Quizás este anónimo tenga razón y a medida que crezcas
más solo me veas como un tío lejano que te visita una vez a la semana, quizás
dos, pero siempre sabrás que te amo.
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Innumerables días cuidándote por las tardes, días de
paseo en tu coche y luego juegos inocentes que terminaban con un dolor de
espalda por estar encorvado corriendo detrás de ti para que no te tropieces.
Preguntas y más preguntas de tus personajes animados favoritos y verte bailar
mal, como tu padre, verte jugar futbol mal, como tu padre, y nadar como si
fueras una versión miniatura de Aquaman y que tus cada día más oscuros cabellos
castaños se desaparecieran de mi vista cuando sumergido te alejas de mí y me
desespero porque me muero si te pasa algo, y si no me muero tu abuela de hecho
me mata, una de dos.
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Ser responsable de alguien, quizás no a tiempo
completo pero serlo es una experiencia que me has enseñado y que te agradezco,
en tus besitos de buenas noches y tu ternura infantil de preguntar cosas
inauditas me haces feliz, y no hay forma humana en que pueda retribuirte todo
el amor que me das.
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